Leía hace tiempo un magnífico
artículo de Elvira Lindo, publicado en el País y titulado “No me quieras
tanto”. Venía a escenificar, en un encuentro tan tragicómico como real, la
capacidad que hemos desarrollado para formular sentimientos a través de
cualquier dispositivo electrónico (móvil, ordenador, portátil…), y a la vez, lo
olvidado que tenemos el significado (o la vivencia) de los mismos.
Hoy sabemos decir “te quiero” de
mil maneras: Te kiero, t qiero, TQ, TKM… Hoy sabemos elegir la risa en función
de la situación: jeje, jiji, jaja. Hoy sabemos mejor que nunca cómo expresarnos
para desear suerte, felicitar, consolar, aconsejar, debatir… Efectivamente,
estamos en la era de la comunicación. Nunca el mundo fue tan pequeño, nunca fue
tan fácil estar a miles de kilómetros y sentirse cerca. Nunca fue tan fácil
compartir vivencias o sentirse interconectados.
Sin embargo, tengo la paradójica sensación
de que nunca fue tan real el estar cerca y sentirse a tan lejos. Vivimos en una
época en la que tu éxito social se mide por el contador de visitas del Tuenti,
los amigos que tienes en Facebook, o los mensajes que recibes en Noche Vieja;
en una época en la que si no felicitas a alguien vía alguna red social, es que
no le has felicitado de verdad (aunque hayas estado con él tomando una cerveza,
o le hayas llamado por teléfono). Y curiosamente, muchas de las personas que
viven en esta época, echan en falta la vida real.
En la flamante era de la comunicación,
nos hemos olvidado de que las palabras sólo representan un 7% de la
comunicación real (frente a una importancia muy superior de la voz o el
lenguaje corporal). Nos hemos olvidado que cuando te dicen “te quiero”, lo que
menos importa son las palabras; el tono de la voz, la mirada, el contacto
físico, el lugar… eso es lo que hace que el momento sea algo realmente
especial.
Llega la Navidad y seguimos
presos de esquemas que, repetidos hasta la saciedad, se han convertido en
dogmas. De la misma manera que necesito felicitar a alguien por las redes
sociales, en Navidad es obligatorio realizar algún regalo. Parece que si no
regalamos algo, es que no demostramos que queremos al prójimo. Y a eso en
ocasiones se le añade el “cuanto más grande y más caro sea el regalo, significa
que le quiero más”. Nadie lo reconoce. Todo el mundo dirá que lo importante es
estar juntos, reencontrarse con personas a las que no ves, o simplemente poder
disfrutar de un día sin apuro. Pero lo cierto es que nos sobreviene un
sentimiento de pánico al imaginar una navidad sin regalos.
Pues bien, como decía Elvira
Lindo, no me quieras tanto. No me ofrezcas un súper regalo, no me felicites la
Navidad por Internet, no me mandes un mensaje en nochevieja, no me escribas
todo lo que me echas de menos… prefiero que me llames el 27 de Mayo, que
tomemos una cerveza el 23 de Enero o que el 13 de Julio me compres ese libro
con el que te acordaste de mi.
Abrázame fuerte si te alegras de
verme. Saca un ratillo para tomar un café si me echas de menos. Llámame por
teléfono si quieres saber que tal me va. Prepárame el desayuno que me gusta, o
la comida que me vuelve loco. Esos son los regalos que, en la era de la
comunicación, yo espero y deseo esta Navidad.
Nota del autor: a ver si un día de estos me empiezo a aplicar de
verdad el cuento!
Pablo tienes toda la razón.
ResponderEliminarYo soy un ultra adicto al móvil, pero al final todo es como muy artificial.
Muchos de nosotros (me incluyo) tenemos que empezar a hacer las cosas mejor